Después del banquete de gusanos proseguí con algunas cucarachas y varias mariposas grises. Me guiaba una ancestral esencia para atraparlos y devorarlo, mientras mi humanidad se desvanecía, parecía un sueño lejano. Pensando eso me acurruqué en un rincón y me desvanecí.
El primer rayo de sol despuntó y abrí los ojos. Nunca me había sentido tan despierta apenas despertaba. Cuando era humana me desperezaba, romoloneaba, y pensaba en qué comería al levantarme. Ese día mi energía era vibrante, me sentía dispuesta a todo. Mi cuerpo se lleno de un escalofrío caliente, un deseo ferviente de volar.
Pude pararme y sentir como de esos pozos duros de mi cuerpo habían salido plumas; mis manos eran hoy inmensas alas rojas que se mezclaban con naranja y amarillo en las puntas. Me observaba, era realmente bella. Por mera galantería desplegué las alas. Sentí un aire en mi larga cola, y no pude mas que batirlas. Mis patas se doblaron y la celda se desvanecíó en un instante dejandome por encima de toda esa prisión. Por primera vez la miraba de arriba. Y el horizonte me obnubiló con su esplendor. El océano dibujaba ondas mientras el cielo turquesa vibraba detrás de unas algodonosas nubes blancas.
Giré y el sol me encandiló con su bravura, podía verlo sin que me encandile. Mis ojos eran tan poderosos, a lo lejos divisaba con absoluta claridad la tierra, la costa perfectamente definida, la vegetación espesa, me dirigí hacia allí, respirando el aire de mar, con su humedad salada, el aire por mi cuerpo, el calor de mis alas en movimiento. Pero lo más maravilloso era ese sentimiento que hacía tanto no sentía, una mezcla de libertad con regocijo. De almíbar y champagne. De deslizarme en la mas pura alegría, un momento eterno, un sentimiento inmenso de felicidad.
1 comentario:
L a S eguridad del D iamante?
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