Los demonios del crepúsculo
susurran al oido, incansables.
Los venenos expresos,
la oscuridad letal:
el tenebroso
recoveco de los miedos.
La noche oscura,
la madrugada naranja
todos revueltos
en mi ventana espiralada.
Un angel me suspira
al ladito,
tiembla de sueños
revuelve con miel
la pesadilla latente.
Gárgolas tenebrosas
déjenme en paz,
ya no habiten en mis visceras
sin piedad,
no se cuelen en mi felicidad,
ni se alimenten de mis sonrisas.
Desaparezcan de una vez
monstruos de la oscuridad
la guadaña en mi garganta,
las injurias disfrazadas en mi voz.
No son tuyos mis latidos,
los que siento acá adentro,
o la fuerza de mis piernas
ni el arte de mis manos.
No me absorban mas la vida
no la tengo para ustedes,
demonios de guantes blancos,
dictadores genocidas.
Que un rayo te parta a vos,
gárgola despiadada,
y te convierta en un ángel
que me cuide las espaldas.
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