martes, marzo 27

La Falta Literaria






Vaya opulencia que te habitaba,
te alzabas con altanera presencia
tapando todo el cielo con tu grandeza.

Fuimos hormigas que te caminaron,
alimentándose de tus frutos ováricos,
mientras cada mordisco nos enseñaba,
con suave maestría,
acerca de la abundancia inmensa
de tus ramas dispersas como mapas
de las mil rutas de retorno
a algún lugar incierto,
a un rincón sagrado.



Grandes frutos se desplomaban implacables
como bombas vitamínicas, primero a tu piedras
luego a nuestra sangre, piel, pelos... al aura.

Todos nos convertimos en tus súbditos, magnánima.

Tu cómplice, el viento moviéndote las entrañas,
tras la tormenta agonizante,
mientras en tu regazo la lluvia seguía
brindando chispazos de gotas de vida.

Te bendicen los recuerdos literarios,
la música desperdigada
la ayawasca comunitaria con sus ícaros madrugados
litros de brebajes, carcajadas, humos de asados,
miles de días con su noches respectivas,
con nosotros, los otros y todos los bichos que te habitaron
durante tus largos cincuenta y tantos cuantos años.


Nos abrazan las saudades muy seguido,
y se siente en la inmensidad del cielo estrellado
o en las tardes de campo mateado,
que no es Dadá el sinsentido
el sinsentido es la ausencia de nuestra palta.

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