jueves, diciembre 13


No podría escribir un gran poema,

ni un soneto tibio.

Ni las nubes violetas de noviembre
ni la luna ausente en noche estrellada

pueden dar fe, en esta instancia,
de un ápice de emoción en la palabra.

Congelada, abstracta, flotando, plantada

en un cielo urbano, con estrellas contadas.

No vengo a traer versos, ni sueños colmados,


no tengo ni un poquito de objeción a mi pasado
ni tiempo concreto de observar el futuro.


Me encuentro a la vera de la verdad rotunda

con la más concreta de las incertidumbres.

Hay un generador de amor en los huesos:


¡tengo un hijo y un perro! 
Pero así como los grillos cantan su pesar
en las cañerías metálicas de mi patio
y su campaneo no resulta coqueto
ni armonioso
hoy no tengo versos 
ni poesía, sólo esta rara letanía
centrípeta, tormentosa, agotadora.

No puedo escribir un verso, ni un soneto
puedo apoyar los dedos en el teclado, 


y esperar con gracia postear algo,
lo que sea, 
hoy mismo. 

Sin falta, escribite algo. 

domingo, noviembre 11

Duelo


Extraño tu mirada
tu estar quieto
tus gritos de gol
tu fútbol incesante
tu música en las paredes
tu llanto dificultoso.

Extraño tus cartas,
la única instancia 
en que podías
demostrar afecto.

Me sigue resultando
tan extraño mi mundo
si vos no estás.

Te imaginé amable
devoto de mi presencia,
cuidándome como nadie
nunca lo hubiera hecho
jamás.

Sentí tu presencia
como el centro
de mi universo.

Fuí todo lo que creí que querías
aún así no me amabas
o no se notaba,
hasta que mis enojos
me devolvían
la plena seguridad de tu cariño.

Pero me lastimabas,
cada vez que me descuidaba
algún daño nos encontraba
entre reproches desentendidos.

Te sueño, te reinvento,
me desvelo,
te lloro con excusas,
porque al final
¿cómo podría llorar 
un no sé qué?

¿Y si fueran mis excesos?
¿Nací mal?
¿Nada fue suficiente?

Porque nada que yo hiciera
me otorgaba un gesto de amor,
ese eterno supuesto.

Nunca me dijiste que fuera linda,
ni inteligente,
nunca me sentí tu preferida.

Me decías que artisteaba;
me apodabas urraca
-¿no encontraste un bicho
más feo y despreciable?-

Te ofuscaban mis lágrimas
te violentaban mis reclamos.

Yo no sentí que me cuidaras
creo que me despreciabas,
¿por qué te di tanta bronca?

Me dolés en la frente,
la nuca y la espalda.
Me dolés en las muelas,
cuando la noche salvaje
se hace eterna.
Me dolés alma, cuerpo,
aire, suelo, cielo y viento.

Nunca nos llevamos tan bien
como ahora que estás muerto,
y pese a los mil días que te fuiste
aún me duelo, papá.

martes, octubre 30

Soltar

Renuncian las nubes a las gotas,
que mojan la tierra
y transforman las semillas.

Renuncia el pincel a la pintura
dando forma perfecta
a una realidad distinta.

Renuncia la luna
cuando llega el día
renuncia el sol cuando
llega la noche.

Renuncian los úteros
a llenarse de vida,
una vez al mes.

Renuncia el invierno
cuando llega el verano,
renuncian los empleados
cuando se sienten explotados.

Renuncia sin llantos,
sin muertes,
apacible y tranquila.

Renuncia natural
no exigente
renuncio sin miedos
renuncio con tiempo.

Abandono, bajo los brazos,
ya no me esfuerzo
renuncio sin tiempo
sin sueños ni desvelos.

Solamente renuncio,
y quizás así
llegue algo nuevo.


jueves, septiembre 13

Dosmilnosé

Dice no sé el dosmildoce.
Caótico, imperante
determinante
y ante todo
desestructurante.

No sé qué tiene
este año místico
realmente
Agita las cocktaileras
emocionales,
nos hace tragos
que provocan
mareos, desbordes.

El pueblo del enojo,
el amor instaurado.
vamos por la cornisa
rogando que no nos empujes
dosmildoce.

Te llevás niños,
volviste loco a mi amigo
volviste muerto al maestro
tu mensaje y tu cambio
es inevitable.

La noche se hace día,
la luz llegará mañana
y mientras tanto
nos debatimos
entre el sueño
y la pesadilla.

Aquí en la vigilia
los fríos incesantes
los calores extremos
las lluvias sempiternas

No sé que sos dosmildoce
No creo seas apocalíptico
nunca adherí a los catolicismos,
No vendrás en jinetes
pero sos tan dosmilnosé
que hasta creo probable
que tu mano sea la que mande
siglos de mangiahostias
a la banquina.

Poderoso dosmildoce
te pido: ¡sé piadoso!
Algunos todavía
estamos acomodándonos
del virulento dosmilonce.

sábado, abril 28

Pero el Corazón es Grande

Son chiquitas, sí. Inturgentes.
el jocoso refranero popular
asegura que más que novia
de mis novios, soy amiga.

Nunca tuve problemas
para correr, no se zangolotean.
Cumplen la propiedad física
de las partículas de polvillo
que flotan cuando el rayito de sol
entra por la ventana:
léase, tampoco se caen.
Se mantienen ahí, igual.
Aros, pusháps, triángulos,
no le hacen mella,
ellas son mas allá del envase
que las contengan,
están suspendidas en su diminuta
esencia.

Dicen que siempre una es mas grande,
pues no,
en mí una es mas chica que la otra.

Mis dos últimos amantes
tenían mas tetas que yo,
uno por gordo, el otro por musculoso,
pero cierto es lo que digo,
¡tenían mucho mas que yo!

El padre de mi hijo me dijo una vez
Ojo, que muchos hombres ponen "tiny teets"
en el buscador de páginas porno.
y semejante consuelo activó a toda la hembra
reproductora que me habita,
y entonces por mas de un año
tuve dos hermosas tetas,
que sólo las tocaba el mamoncito
y la perversa maquina de sacar leche.

Y después todo se achicó
-¡más que antes!-
desafiando todas las leyes
de la probabilística y la lógica
me convertí en esta flaca
que hoy escribe
una oda a sus minitetas,
esta adulta niña ruluda,
chata lisa y glamorosa
que camina como si luciera
un hermoso par de tetas.


Y alerto, sin que esto
se convierta en un panfleto:
¡busco sponsor! Atentos,
se receptan pliegos
en mesa de entrada.

Y ante todo, por sobre todo,
les digo y aviso, repito y murmuro
con las labios o la mente
a todo el que se les cruza:
tranquilos amigos, amigas y amantes,
el busto es chico, pero el corazón es grande.







martes, marzo 27

La Falta Literaria






Vaya opulencia que te habitaba,
te alzabas con altanera presencia
tapando todo el cielo con tu grandeza.

Fuimos hormigas que te caminaron,
alimentándose de tus frutos ováricos,
mientras cada mordisco nos enseñaba,
con suave maestría,
acerca de la abundancia inmensa
de tus ramas dispersas como mapas
de las mil rutas de retorno
a algún lugar incierto,
a un rincón sagrado.



Grandes frutos se desplomaban implacables
como bombas vitamínicas, primero a tu piedras
luego a nuestra sangre, piel, pelos... al aura.

Todos nos convertimos en tus súbditos, magnánima.

Tu cómplice, el viento moviéndote las entrañas,
tras la tormenta agonizante,
mientras en tu regazo la lluvia seguía
brindando chispazos de gotas de vida.

Te bendicen los recuerdos literarios,
la música desperdigada
la ayawasca comunitaria con sus ícaros madrugados
litros de brebajes, carcajadas, humos de asados,
miles de días con su noches respectivas,
con nosotros, los otros y todos los bichos que te habitaron
durante tus largos cincuenta y tantos cuantos años.


Nos abrazan las saudades muy seguido,
y se siente en la inmensidad del cielo estrellado
o en las tardes de campo mateado,
que no es Dadá el sinsentido
el sinsentido es la ausencia de nuestra palta.

sábado, marzo 24

Puedo Preguntarle al Cielo


Puedo desmalezar mi corazón,
limpiarlo de restos podridos de dolores,
desespinarlo con meticulosa paciencia,
sacarle con un pincel las cascaritas.

Puedo eliminar de los archivos:
todos los buenos recuerdos,
hasta que los malos se hagan
un totem gigante de antimemoria.

Puedo esquivarte, desolerte, desandarte.
Puedo no escucharte, ni verte ni tocarte.
Mil veces puedo ignorarte,
aparentar que tu presencia es ausencia,
como la luna ignora que el sol la ilumina
y se despliega sola como la reina de la noche.

Sí que puedo mirarte ahora, hablarte,
puedo boxearte, inclusive.
Puedo humillarte y maltratarte
con el mismo desdén que vos lo hacías.

Puedo coleccionar amantes,
puedo sentir mas placer que el que me dabas,
puedo estar despierta hasta la madrugada
corriendo desnuda por mi casa
transpirada, excitada, extasiada,
y ni siquiera pensarte tantas veces
mientras me aman.

Sí que puedo olvidarte,
maldito generador de lágrimas,
odiosa parte oscura de mi pasado,
sí que solté la cruz de sentir tus espinas
en mi alma, en mis piernas y en mi espalda.

Pero pregunto a las estrellas, al cielo, a mis guías
a Freud, a Einstein, a Kryon, y hasta conjuro a Jung,
con todo mi agnosticismo llamo a Cristo Padre Redentor,
al Buda, a Marx, a Lao Tse y hasta Mao Tse Tung
y les pregunto con un aullido de gato madrugado:
¿Por qué, si puedo con todo esto, aún me despierto
con la ferviente certeza de que otra vez te he soñado?



lunes, enero 23

Capítulo 3: Acerca de Volar

Después del banquete de gusanos proseguí con algunas cucarachas y varias mariposas grises. Me guiaba una ancestral esencia para atraparlos y devorarlo, mientras mi humanidad se desvanecía, parecía un sueño lejano. Pensando eso me acurruqué en un rincón y me desvanecí.

El primer rayo de sol despuntó y abrí los ojos. Nunca me había sentido tan despierta apenas despertaba. Cuando era humana me desperezaba, romoloneaba, y pensaba en qué comería al levantarme. Ese día mi energía era vibrante, me sentía dispuesta a todo. Mi cuerpo se lleno de un escalofrío caliente, un deseo ferviente de volar.

Pude pararme y sentir como de esos pozos duros de mi cuerpo habían salido plumas; mis manos eran hoy inmensas alas rojas que se mezclaban con naranja y amarillo en las puntas. Me observaba, era realmente bella. Por mera galantería desplegué las alas. Sentí un aire en mi larga cola, y no pude mas que batirlas. Mis patas se doblaron y la celda se desvanecíó en un instante dejandome por encima de toda esa prisión. Por primera vez la miraba de arriba. Y el horizonte me obnubiló con su esplendor. El océano dibujaba ondas mientras el cielo turquesa vibraba detrás de unas algodonosas nubes blancas.

Giré y el sol me encandiló con su bravura, podía verlo sin que me encandile. Mis ojos eran tan poderosos, a lo lejos divisaba con absoluta claridad la tierra, la costa perfectamente definida, la vegetación espesa, me dirigí hacia allí, respirando el aire de mar, con su humedad salada, el aire por mi cuerpo, el calor de mis alas en movimiento. Pero lo más maravilloso era ese sentimiento que hacía tanto no sentía, una mezcla de libertad con regocijo. De almíbar y champagne. De deslizarme en la mas pura alegría, un momento eterno, un sentimiento inmenso de felicidad.

viernes, enero 20

Capitulo 2: Acerca de la Humanidad y la Animalidad

Sentí que flotaba, abrí los ojos y me rodéo una blanca espesura. Me abrazó una inmensa paz, me sentía expandida, brillante, sin la más mínima gravedad, pensé que había muerto.
Sin respirar sentía como el latido de mi corazón rebotaba en esa espesura que me contenía.

Tuc, tuc.... tuc tuc.... tuc tuc.... tuc tuc....

Pude divisar un punto de luz arriba, cuando mis ojos se acostumbraron, y entonces las vibraciones aceleraron el ritmo. Quise elevar mis manos, para tocar esa luz y no las tenía. Una punta chocó contra algo duro en mi cara: este no era mi cuerpo... esta no soy yo.

Mi piernas son cortas, mi cintura ancha, y la piel de mi cuerpo está llena de pocitos duros. ¿quién soy? ¿qué soy? ¿en dónde estoy?. El líquido me duerme.

Abro los ojos, oscuridad absoluta, y yo floto con menos espacio. Empiezo a sentir como me golpeo, me acurruco. Me siento aprisionada. Necesito estirar estas aristas que ocupan el lugar de mis manos, y estas garras que son mis pies. Pateo y siento que algo se rompe, tras un crujido que se expande por el líquido y comienza a disminuir. Con esas aletas golpeo también, me urge estirar mi cuerpo de una vez, cada vez más.

El aire helado me saluda, el penetrante olor de la humedad me impacta llenándome de recuerdos, pero mi cuerpo es un bodoque que no sé manejar. Los recuerdos de la celda, el suplicio y el ángel negro se desvancen ante una fuerza mayor que hace que me ponga en pie... en patas... en garras: sentía un hambre descomunal. Un ferviente deseo de comer insectos se me antepone sin problemas ante le inmensa fobia. Logro pararme y entonces no pude pensar mas, pude ver con claridad, el techo abierto, la pestilencia y la conciencia de la inmensa cantidad de bichos de todo tipo que allí habitaban. Los gusanos de mi comida, eran ahora, un recuerdo salvador, frente a mi. Llego ellos, intento en vano asirlos con lo que ya distinguía claramente como un ala, mientras una prepotente electricidad cruza por mi columna vertebral y me hace agachar la cabeza, y tomar con mi boca-pico uno a uno una veintena de larvas blancas. Deliciosas, me llenaban, humedeciéndome.

miércoles, enero 18

Capítulo 1: Acerca del crimen y la condena

Cumplí mi condena. Día a día esperé el cadalso, recibí las injurias, y el látigo se hizo tan amigo de mis viseras que ya casi parecían caricias. La noche sempiterna me hundía en el calabozo mientras la humedad penetraba sin piedad por todo mi cuerpo hastiado. La olía permanente e impiadosa.
Famélica, temblorosa y repleta de una tristeza insaciable lloré a gritos mi crimen. Culpé a otros, a mil otros que supieron lavar sus manos en su completa inocencia. Yo no había cometido ningún crimen, lo juraba, una y otra vez.
Un día gris de verano llegó un ángel negro a mi celda, se coló entre las rejas, se desparramó en mi sucia manta de dormir y me susurró con nostalgia la cruel historia a través de la cual fue despojada del reino de la inocencia. Con dos cuchillas rebanó cada uno de lo hilos que cocían mis ojos. Los abrí con el dolor intenso de quien no ve la luz, la borrosa forma de la celda en la que por años habité se revelaba lentamente. Era mucho mas inmensa de lo que percibía acuclillada. Vi los dibujos que mis manos ensangrentadas hacían en las eternas noches de soledad.
Una explosión abrió el techo, mientras decenas de murciélagos caóticos se chocaban para escapar de su nido pretérito, y una sola golondrina se paró en la pared derruida. La observé con tenaz intención de verla con claridad, no es fácil tras años de ceguera. El ángel negro tan sólo me miraba, y con palabras como dagas me llevaba a los mas recónditos lugares de mis memorias. Nunca fue injusticia, era verdad. Yo había cometido un crimen, y cumplía la condena.
No era víctima, era victimario. Los recuerdos, las cuchillas, el corazón que ya no latía. La noche se hizo en mi pecho, y anidó en mi vientre. Este fue mi castigo.
El ángel negro desplegó dos inmensas alas negras y se elevó, tras de él la golondrina y el silencio se hizo en mi morada. Ya no podia dejar de ver, ni culpar, ni dejarme engañar: vi la verdad. Yo la maté. El dictamen era cierto, el juicio verdadero y el castigo certero.
Genuflexa imploré al cielo nubloso que la condena termine de una vez. Pedí perdón a cada estrella del universo. Y lloré las lágrimas más pesadas que mis mejillas pudieran soportar. Me atiborré de verdad. Con un terrible pesar me dormí entre sollozos, con miedo de nunca despertar.